sábado, 29 de septiembre de 2012





PURE FUCKING ESOTERIC UNDERGROUND


THUNDER PERFECT MIND CUMPLE 20 AÑOS





     Cumple dos décadas de vida pero sigue conservando su condición de umbrosa anomalía en el contexto de la creación musical contemporánea. Se diría que los años han sido respetuosos con este álbum si no se tratara justamente de una obra intempestiva, impermeable a los efectos -favorables o perjudiciales- del paso del tiempo. De la misma manera, sigue resultando tan ajeno al mainstream como a los cánones compositivos de los que se sirve la actual intelligentsia del pop a fin de facturar productos susceptibles de ser fagocitados por aquél. Algo que no le podría ocurrir nunca a Thunder Perfect Mind (así como a ningún disco de Current 93). Por un lado, su sonido no puede considerarse novedoso, ni mucho menos: aunque cueste encontrar influencias específicas (acaso Comus, grupo maldito donde los haya, sea la principal) es evidente que arraiga en el Acid folk británico, con acentos medievales propios y un lustroso barniz psicodélico; y por otra parte, la inexpugnable mística de David Tibet -cuyos textos son de una densidad lírica abrumadora- no parece en principio un plato apetecible para degustadores de indietrónica u otros géneros por el estilo.

      La apasionada búsqueda espiritual de Tibet tiene en este disco uno de sus hitos más (justamente) conspicuos. Ya a mediados de los ochenta, cuando aún profesaba su particular culto a Aleister Crowley y el Thelema, Tibet había mostrado su fascinación por algunos de los aspectos más oscuros y excéntricos de la mística cristiana. En el muy reivindicable Christ And The Pale Queens Mighty In Sorrow (1988), por ejemplo, se sirvió de ciertos textos de Hildegard von Bingen, teóloga y visionaria alemana del S. XII, para expresar su esquizoide concepción de la trascendencia. En realidad, éste era un trabajo que transitaba por la senda que un año antes abriera Imperium (1987), disco con el que Current 93 logró un razonable equilibrio entre las ominosas psicofonías industriales de su primera etapa y un difuso y espectral neo-folk que iría definiendo sus perfiles en discos posteriores. Thunder Perfect Mind representa, de hecho, el punto culminante de esta evolución musical, el momento en que toma finalmente cuerpo un sonido de hechura neoclásica; enormemente sólido, sí, pero lo suficientemente dúctil como para acoger la siempre anárquica y vehemente expresividad de Tibet. Fue también el primer álbum donde el firmante de “Happy Birthday Pigface Christus exploraba a fondo la cosmovisión gnóstica del cristianismo primitivo y sus concepciones sobre la iluminación (el título del álbum hace referencia al tratado grecocopto El trueno, mente perfecta, perteneciente a la biblioteca gnóstica descubierta en Nag Hammadi).

      Bestia negra de la autentica espiritualidad para algunos metafísicos y teólogos (Martin Buber o Ettienne Gilson, por ejemplo); fuente de inspiración para unos pocos poetas y alucinados (de William Blake a Alan Moore, pasando por Swedenborg y Böhme); ignorado o directamente despreciado por el resto de los mortales..., el gnosticismo fue una doctrina que floreció en el Siglo II d. C. y que no tardó en ser considerada herética. Enormemente proteica, condensaba innumerables y bien dispares elementos filosóficos y religiosos de la antigüedad, que eran subsumidos en un cristianismo de corte iniciático. En la cultura popular su presencia es prácticamente nula (si exceptuamos a creadores como Philliph K. Dick o el Martin Scorsese de La última tentación de Cristo, en la que introdujo nociones docéticas y del credo cainita). No puede extrañar, entonces, que alguien como David Tibet, incansable estudioso de corrientes espirituales a cual más exótica y heterodoxa, se sintiera atraído por la gnosis, la cual seguiría inspirando la temática de buena parte de su obra posterior (incluyendo su último trabajo, Honeysuckle Aeons (2011), retablo minimalista tan desconcertante como atractivo).

      Aunque se admita comúnmente que Thunder Perfect Mind significó un nuevo comienzo para Current 93, no puede decirse que representara una ruptura radical con su singladura anterior. “The Stars are Dead Now”, “Hitler As Kalki” o “Rosy Star Tears From Heaven” muestran la proverbial querencia del grupo por las atmósferas malsanas y enrarecidas, sólo que ahora cristalizan sobre un bucólico fondo musical, elaborado a partir de arreglos medulares y nunca gratuitos (cuerdas y vientos en el extremo opuesto del preciosismo ornamental, aunque el efecto logrado otorgue no poco empaque a las canciones). Otro ejemplo es la nueva lectura de “A Lament For My Suzanne”, menos turbadora que la aparecida en Island (1991), pero extraordinaria en su capacidad emotiva con un mínimo de elementos.

      En general, cada rincón del disco exhibe una opulencia plástica sin parangón, un caudal melódico y poético que parece inagotable. “A Sadness Song” y “Riverdeadbank” son dos desoladas gemas de una accesibilidad y belleza hasta entonces inéditas en el sombrío cancionero folk del grupo. “Mary Waits In Silence” y “A Silence Song” parecen más opacas y graves, pero la labor de orfebrería efectuada con sus respectivos arreglos las sitúa a una altura pareja. También destaca “In The Heart Of The Wood And What I Found There”, que desarrolla el motivo musical escuetamente esbozado en “A Beginning” para recrearse en las visiones de un enfebrecido Tibet. Éste último se adapta con soltura y brillantez al policromo discurso musical del álbum, derrochando magnetismo y desplegando todo su repertorio de obsesiones teosóficas. En “The Descent Of Long Satan And Babylon”, por ejemplo, adopta un registro juglaresco a tono con los arpegios pastoriles del gran Michael Cashmore; y en “Hitler As Kalki”, la gran cumbre del disco, asume el rol de profeta vesánico ensayado en obras anteriores para sumergirnos en un ambiente apocalíptico verdaderamente sobrecogedor.

      Thunder Perfect Mind sobrepasa con mucho los angostos límites del denominado Dark-folk. Sólo Fire + Ice con Rûna o los Death in June de But, What Ends When The Symbols Shatter? se han aproximado a semejantes cotas de belleza desde unos parámetros musicales (hipotéticamente) similares (comparten adscripción genérica). Un trabajo, pues, verdaderamente capital, de calado casi metafísico pero firme raigambre telúrica, que seguirá generando un fervoroso -y creciente- culto durante muchas más décadas.


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